lunes, 23 de noviembre de 2009

Capitulo 22

El Loquero

(Punto de vista de Jenny)


Me mordí el labio hasta que la boca me supo a sangre. Otra vez delante del mismo espejo, otra vez con la misma cuchilla en mis temblorosas manos, otra vez con el dilema de dejar esta vida o de continuar viviendo, si es que se le puede llamar vida a lo que hacía yo, y otra vez mi hermana aporreando la puerta del baño para que se lo dejara libre. Suspiré… me vestí y me ice una coleta con el pelo aún enmarañado. Escondí la cuchilla y salí del baño.

-¡Ya era hora! ¡He quedado con Ram en cinco minutos y mira que pintas llevo!

Mientras mi hermana se desahogaba en palabras, yo bajé lentamente hasta la entrada y me puse la chaqueta, yo también tenía una cita, pero con un hombre muy distinto, el psicólogo. Tras mi depresión después de cortar con Rob, y que mi hermana empezara a salir con su hermano gemelo Ram, mis padres habían decidido que necesitaba ayuda profesional, ¿y que mejor para olvidar que una hora tumbada en un sofá contándole toda la historia, con el más mínimo detalle, a un señor desconocido que se limita a asentir en momentos clave? Abrí la puerta en el mismo momento que Ram se proponía pulsar el timbre.

-Yo que tú no haría eso-le recomendé sin pararme siquiera-. Sony acaba de entrar en el baño, se va a estresar.

Y sin dejarle que abriera la boca me metí en mi coche y con un lento avance me dirigí a la consulta.



-Buenos días Jennifer.

-Hola doctor.

-¿Qué tal si empezamos la terapia de hoy?

Me encogí de hombros, no se por qué preguntaba, ¿a caso no le pagábamos para eso? Su única función era devolverle a mi loca cabeza algo de sentido común. Abrió su bloc, e introdujo la parte de atrás de su bolígrafo en la boca, tomándome eso como una invitación a que empezara la parte del relato de hoy empecé a hablar. A la media hora me paró.

-Está bien por hoy. De todos modos deseaba hacerte otras preguntas. Por ejemplo… tus padres me han comentado que apenas comes, me preguntaba el por qué.

Me encogí de hombros.

-Ya no tengo hambre, poca humanidad queda en mí, ¿qué más da que me salte las funciones vitales?

-La nutrición es muy importante Jennifer, no se puede pasar por alto. Es más dada tu historia y la falta de reconocimiento ante una enfermedad es posible que se trate de anorexia nerviosa.

-No, le puedo asegurar que no, primero porque no me veo gorda, y segundo porque simplemente paso de cómo me vean los demás.

-Eso es interesante. Pero entiende que no pueda creer eso, para todos los adolescentes de tu edad lo más importante es su aspecto.

-Pues son idiotas.

-No hay razón para insultar, simplemente quieren ser el centro de atención, quieren ser los más atractivos y conseguir los mejores novios.

Tragué saliva y me aclaré la garganta para intentar deshacer el nudo que se me había hecho.

-Será porque yo paso de tíos que solo te joden la vida y que hacen que te conviertas en una loca que necesita ayuda médica.

-A eso quería yo llegar. Según me han dicho tus padres hay un chico al que le gustas mucho, y goza de una buena reputación.

-Mira, no te intentes meter en la piel de un adolescente que no cuela.

-Yo solo intento salvar algo de tu cordura.

-¡Oh! Venga ya, si no hace nada, lo único que me mantiene aferrada a esta vida son los antidepresivos.

-¿Has pensado alguna vez seriamente en el suicidio?

Rememoré las últimas horas, la cuchilla que ahora se encontraba en el bolsillo del pantalón, pensé que si le decía que sí seguramente avisaría a mis padres, y ellos se darían cuenta de lo mal que estaba, tanto como para suicidarme, y ellos no me dejarían en paz ni un solo segundo de mi lamentable vida, lo cual eliminaría toda posibilidad de suicidio.

-No… la verdad muchas veces he dicho que lo iba a hacer, pero supongo que algo me ata a la vida de un modo que no puedo evitar ignorar-mentí.

Él asintió, o no había notado mi mentira o lo había disimulado.

-Creo que ya está bien por hoy, te veo agotada. Intenta dormir.

-Vale. Adiós.

En cierto modo no quería salir de allí, ya había hecho todos los deberes, y era muy pronto para hacer la cena, y si no hacía algo pensaría en cosas que no quería pensar, cosas que me hacían sentir muy mal. Pero me mordí la lengua y salí del despacho.

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